A mi padre
Durante años fuiste un gran consejero, un amigo. Trabajador incansable, luchador hasta el final. Prudente, amigo de tus amigos y sobre todo buena persona.
Yo se todo lo que luchaste, todo lo que te esforzaste, todo lo que trabajaste. Aquellos fines de semana que no sólo trabajabas, sino que doblabas turnos para ofrecernos un futuro mejor. Se lo que sufrías cuando yo sufría, y lo triste que te ponías cuando yo estaba triste.
Me enseñaste a conducir, a colocar moqueta. Pero, aún así tú fuiste quien todo lo arreglaba.
Me contabas historias de los pueblos de León, aquellas historias de montañas y valles. Aquellas historias de cuando de niño salías con las vacas o cuando bajabas a la mina. Aquellas grandes nevadas que siempre recordabas. O de cuando te mandaron a la guerra y por un golpe de fortuna tu tren no salió hacia África.
Hoy tu mente se fue, no se donde estará tu alma. Pero, aunque tu cuerpo siga aquí, a veces tu mente nos regala unos pocos segundos de conversación.
Te voy a visitar y no sabes quien soy. Pero yo si se quien eres tú y quien sigues siendo. Aquella persona que me enseñó a amar los montes y los valles. A respetar la Naturaleza y la Vida. A creer en la bondad del Ser Humano, y en que hay gente buena por el mundo. Que me enseñó a ser trabajador.
La vida también me dejó que yo te enseñase lugares. Aquellos sitios que de joven recorrías con tu bicicleta. Y otros en esos montes de tu tierra, de nuestra tierra.
Siempre recordaré el que fuistes y sigues siendo, lo que te pasa es sólo una enfermedad. Siempre serás mi héroe, el que todo lo arreglaba. Quien solucionaba todo lo que se había roto. Siempre tu buen hacer, siempre vistiendo tan elegantemente. De pocas palabras, pero sentando cátedra. Siempre genial.
Siempre te querré y estaré orgulloso de ti.